"Las aventuras de los profesores Doris y Martín" (1)

 


    Por allá en mi inocente preadolescencia, 1985, la televisión nacional se disputaba encarnizadamente su audiencia con dos canales existentes en la época. En uno de ellos, existió un programa de televisión que, a ritmo de trova, iniciaba su transmisión diciendo:

“Allá arria en aquel alto, 
donde nace la quebrada, 
había un monte muy bonito
 y el agua nunca faltaba. 

Pero un hombre irresponsable
 tumbó el monte y lo quemó, 
ya no hay pájaros ni agua, 
la quebrada se secó. 

La gente al verse sin agua, 
matas de monte sembró, 
volvieron los pajaritos 
y el agua también volvió.”

     Eran “Las aventuras del profesor Yarumo”, cuyo primer intérprete fue don Héctor Alarcón, quien nos enseñó a muchos de nosotros cosas maravillosas sobre la vida del campo, ya que el enfoque del programa era precisamente de divulgación de esas vivencias, rescatando, de paso, la importancia del agro para el desarrollo del país.

     Y menciono este recuerdo porque justamente la semana pasada, con mi esposa, nos vimos inmersos, sin pensarlo, en una miniaventura que involucró una experiencia de campo muy bonita. Desde hacía mucho tiempo le estábamos debiendo una visita a una gran amiga nuestra, que actualmente tiene sus reales asentados cerca al río Cocorná, así que el jueves nos madrugamos con nuestros bártulos, dispuestos a pasar un par de días en su compañía. Huelga decir que nuestros planes involucraban relax y esparcimiento, situación que no se llegó a concretar.

    Nuestra amiga vive cerca de un hermano que, junto con su esposa, andan adelantando un proyecto de cría de gallinas y codornices para la comercialización de sus huevos. Así que cuando llegamos a la finca de ellos, y luego de un opíparo almuerzo, nos vimos involucrados, sin pensarlo en alimentar los animalitos y recoger sus huevos. Los encontramos en sus respectivos galpones, con sus comederos ya prácticamente vacíos y deseosos por su nueva ración. De entrada, puedo decir que desde hacía mucho tiempo no había visto tantos animales juntos. Solo una vez siendo niño había visitado unos galpones.

Otra cosa que nos llamó la atención, fue la tranquilidad con que se veían las aves, dejaron hacer las labores sin mayores inconvenientes y no se mostraban asustadizas. Recogimos los huevos, pero resultó bastante gracioso, sobre todo con las codornices, ya que mientras íbamos recogiendo los huevos, de buenas a primeras iban soltando más huevitos, nos devolvíamos a recoger los nuevos y seguían soltando. Nuestra amiga, a los pocos minutos nos dijo que dejáramos así, que más tarde el hermano se encargaría de la recogida final.

    Supimos entonces que las codornices que ellos tienen ponen sus huevos entre las 2:30 pm y las 7:00 pm, así que la última colecta se hace hacia esa hora.

   

 Con las gallinas, se hace recogida en la mañana y en la tarde, aunque no se espera que pongan la misma cantidad de huevos en las dos tandas. Ese día aprendimos que las codornices tienen un periodo de 18 meses donde cumplen su rol como ponedoras, luego de lo cual se comercializan para su consumo, aunque la verdad sea dicha, no indagué en cuál es la demanda de esta ave para dicho mercado.

  Y en cambio, de las gallinas aprendimos que, cuando alguna está enferma, entre las demás se encargas de amedrentarla, incluso llegan a matarlas si no se sacan las enfermitas del galpón. También que cuando los huevos comienzan a cambiar su color y textura de cáscara, se precisa prestar atención para saber cuál gallina es la causante de la novedad para convertirla en sabroso sancocho o comercializarla.

Luego de la recogida, le llegó el turno a la revisión y embalaje de los huevos de codorniz, para lo cual se emplean unas cajitas plásticas que pueden albergar hasta 24 unidades, a esa labor le dedicamos el resto de la tarde.

    En ningún momento nos imaginamos que íbamos a adelantar labores de jornal, razón por la cual nuestra indumentaria no fue la más propicia para trabajar. Nuestros ropajes eran manga corta y solo habíamos llevado los tenis con los que viajamos, así que tuvimos que soportar la inclemencia de los mosquitos que encontraron un suculento manjar en nuestras pieles. 

   Hacia las 6:00 pm, emprendimos el regreso a la casa de nuestra amiga y nos dispusimos a descansar. Fue allí donde conocimos a Polo, un bello ejemplar de pastor alemán, del cual les contaré luego. 

   Así que llegamos, nos dimos una buena ducha, preparamos algo de comer y ciertamente nos acostamos más temprano de lo habitual, yo al menos caí fundido poco después de las 10 de la noche, hasta el otro día a las 5:30 am, cuando nos despertó el olor del café recién hecho.

    Esta historia continuará…

 

Comentarios

  1. Las aventuras del campo lo mejor, sin campo no hay vida en la ciudad. Valoro todo el trabajo que hacen.

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    1. Fue muy gratificante, pese a las picaduras de los mosquitos ja, ja, ja, ja

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  2. Martha Cecilia Gómez14 de agosto de 2025, 6:49

    Muy buenos días Doris y Martín!
    Me parece genial y hermoso este blog!
    Bendiciones por más historias así!

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  3. Maravillosa aventura, el contacto con la naturaleza es grandioso, por el relato trato de imaginarios en magna labor, me agrada conocer su experiencia
    Carmen Rosa

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