Mi primera vez ... con culebrilla
Hace unas semanas les conté mi primera vez ... cuando ví el mar , una experiencia muy gratificante, que me dejó muy bellos recuerdos, pese al susto que me llevé.
Hoy les traigo otra primera vez, que da cuenta que ninguno de nosotros está exento de nuevas experiencias en el momento menos pensado.
El jueves pasado, antes de iniciar nuestro viaje con Doris para ir a visitar a mi familia, me levanté con un leve dolor de espalda, muy persistente pero soportable. El sábado, amanecí con un brote en mi abdomen, que lo achaqué probablemente a una alergia al calor, pero ya el lunes en la noche, la cosa ya había tomado un cariz diferente.
El brote se extendió a la espalda, formando ampollas, como cuando uno se quema, todas recogidas parecidas a racimos de uvas, súper sensible al tacto y calor elevado en la zona afectada, además de la multiplicación del dolor, situación que me llevó a consultar a mi médica de cabecera.
La respuesta no fue muy alentadora. La evidencia era clarísima para un caso de Herpes Zoster, comúnmente conocido como culebrilla. Se trata de la reactivación del virus de la varicela, del cual no se tiene precición de por qué se da.
Para tal fin me prescribió antiviral oral y tópico y analgésicos fuertes, dada la neuropatía que la dolencia causa, además de no reventar las bombitas que se formaron para prevenir riesgo de infección o de que se giga esparciendo.
Si esto es un abrebocas de lo que se conoce como dolor crónico, definitivamente considero a las personas que enfrentan este tipo de dolencias, porque pese al medicamento, el dolor me ha persistido, moderado si, pero ahí está. Y no ha sido una experiencia muy grata que digamos. Ayer por ejemplo, me sentía completamente desmadejado, como si de un muñeco de trapo se tratara.
Imagino que, salvo algunas excepciones, a ninguno de nosotros nos gusta enfermar, es una circunstancia que nos limita mucho, que nos hace sentir impotentes. Pero es peor cuando no se tiene a alguien al lado. Para fortuna mía, Doris me apoya y ayuda enormemente, cosa que agradezco desde el fondo de mi corazón, porque si hay cosas tristes es estar enfermo y solo, sin tener quien le pase a uno un vaso con agua, o que le aplique una crema en la espalda. Y créanme, conozco la circunstancia.
Con todo, esta primera vez no resultó nada agradable, y espero poder salir de ella prontamente, además, con el deseo ferviente de que no se repita. Así que cuídense mucho, estén atentos a cualquier señal extraña, por insignificante que parezca, puede ser el principio de algo más serio. Un abrazo.
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