El efecto Superman

 


Saludos a todos, espero que se encuentren muy bien.

    Ya en algunos momentos a lo largo de mis historias, les he contado un poco acerca de mi amor al cine y, mirando cosas viejas, me he encontrado con esta que publiqué en Facebook hace unos tres años, misma que no había visto la luz en el blog, así que aquí les dejo el enlace como abre bocas para la historia de hoy. Recuerdos de cine.

    La foto que acompaña estas líneas corresponde a una gorra que me regalaron este fin de semana, que vino a reemplazar una de Batman, perdida hace mucho tiempo. Me gustan las historias de superhéroes, me parece que la mitología que hay alrededor de estos personajes es muy rica y variada, lo que le da una gran facilidad para reinventar las historias gracias a los marcos argumentales que se emplean, lo que convierte a este mundo en un sinfín de aventuras y situaciones increíbles.

    Superman, por ejemplo, es uno de los personajes más curiosos de las historietas, no solo por ostentar el primer lugar como superhéroe, sino porque además es el primer personaje, hasta donde sé, que debe disfrazarse de persona común y corriente para ocultar su identidad, a diferencia de los otros héroes que esconden sus identidades secretas mediante un atuendo, verbi gracia, Batman, Spider Man o Shazam.

    La semana pasada tuve la oportunidad de ver la última aventura del hijo de Kriptón, bajo la batuta de James Gunn, y debo decir que, en lo personal, me gustó bastante la historia, donde también tuve la oportunidad de saciar mi curiosidad con un dato muy interesante en la mitología de este personaje y que fue el concepto de las hipno-gafas, un dispositivo que altera la percepción de las personas que están viendo a quien las usa, lo que da  respuesta a la pregunta de por qué nadie podía relacionar a Clark con el hombre de Acero, siendo la misma persona. 

    Y aquí es donde mi gorra nueva toma un papel muy relevante, porque parece ser que la puedo considerar una hipno-gorra, por las dos anécdotas que les voy a contar. El martes, salimos con mi esposa a hacer algunas compras y, como era lo debido, engalané mi cabeza con la gorra. Todo estuvo muy bien, iniciamos las compras, estuvimos aquí y allá, pero en cierto punto del supermercado donde nos hallábamos, mi esposa y yo nos separamos un momento, así que esperé pacientemente su regreso, mismo que se dio al poco tiempo, pero no me esperaba la solicitud que me hicieron: “gordo, va a tener que quitarse esa gorra, casi no lo reconozco con ella puesta”, dijo mi esposa. Imagino que es cuestión de costumbres, así que, por lo pronto, la gorra se queda.

    La otra me paso ayer con uno de mis cuñados. Habíamos quedado de encontrarnos en una estación del metro para hacerle entrega de un encargo y ya nos encontrábamos con Doris esperándolo en un puente peatonal cuando vimos que se aproximaba a nosotros y, créanlo o no, me vio de frente y estuvo a punto de seguir de largo hasta que le hice señas y lo llamé, a lo que me respondió “eh, casi no lo reconozco con esa gorra”, situación que se acompañó con algunas risas.

     Ciertamente la vestimenta, o los lentes, o un simple sombrero, pueden influir mucho en la manera en que los demás nos perciben. No se si recuerdan ese programa de “Cambio extremo” era verdaderamente asombroso ver las transformaciones que se lograban, muchas veces con una ropa y corte de cabello adecuados.

     Por lo pronto, creo que seguiré haciendo gala de mis súper poderes ocultos y aprovecharé mi hipno-gorra para ocultar mi identidad de miradas furtivas y enemigos que quieran tratar de atraparme.

     Y a ustedes, ¿Qué les ha pasado en materia de vestuario o aditamentos decorativos? ¿Los han confundido? Los leo en los comentarios. Un abrazo y hasta la próxima.

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