“Las aventuras de los profesores Doris y Martín” (2)
Saludos a todos, espero que se encuentren muy bien.
Hoy
les traigo la continuación de mi historia de la semana pasada, “Las aventurasde los profesores Doris y Martín” (1), espero que la disfruten.
El
segundo día de nuestra experiencia de campo, comenzó con un sabroso tinto
mañanero hacia las 6:00 am, nos alistamos una vez más con nuestras prendas de
manga corta, desayunamos y retomamos el camino hacia la finca donde seguiríamos
nuestras labores, pero con un añadido, que nos llevamos a Polo, el perro que
encabeza este relato.
Se
trata de un pastor alemán descomunal, con mucha energía y una fuerza tremendas,
que mantiene corriendo en el prado contiguo a la casa de nuestra amiga,
mediante una guaya que le dispusieron puesta en dos soportes para que la
recorra de extremo a extremo con su correspondiente correa.
Debo
decir que lo primero que recordé cuando le puse su correa parta transportarlo,
fueron los videos de gentes que, sin esperárselo, son arrastrados por sus
mascotas de forma inmisericorde. De no ser porque tenía los pies bien plantados
en tierra, seguramente me habría tumbado en el primer tirón, pero eso no fue
más que el comienzo.
El camino a nuestro destino iba en descenso y por ello, el vigor de mi cánido amigo se iba haciendo más evidente y de verdad tuve que hacer un esfuerzo bastante grande para que no me tumbara. Esos momentos en cuestión, fueron las delicias de Doris y nuestra amiga, ya que rieron a más no poder.
Llegamos al destino, lo amarramos y
comenzamos la faena de alimentar las aves y recoger sus huevos, luego de lo
cual, nos fuimos al río para conocer un poco más el sector donde estábamos. En
cierto punto del recorrido, nuestra amiga nos dijo que podíamos soltar al animal,
porque ya conocía el camino y, muy orondo, se fue delante de nosotros y
regresaba a cada tanto para verificar que lo estuviéramos siguiendo.
La
vista del río y sus orillas resultó muy gratificante y no pude evitar recordad
a Gabo cuando describía”… por
un lecho de piedras pulidas, blancas y enormes como huevos prehistóricos.” (Cien
años de soledad. Gabriel García Márquez), porque realmente las piedras son
enormes en ese río.
El
perro gozó de lo lindo zambulléndose en el agua fría y refrescante, en un remanso cercano a donde
nos encontrábamos. El calor hacía méritos para entrar en esa frescura, pero no pudimos porque tampoco habíamos llevado ropa de baño.
Pasada
cerca de una hora regresamos, almorzamos y nos alistamos para la labor de la
tarde, cosa que sucedió sin mayores inconvenientes. Finalizada la tarea,
regresamos a casa de nuestra amiga, recogimos limones, después de lo cual yo retomé
mi lectura del momento, comimos y nos acostamos.
El
tercer día, teníamos previsto nuestro regreso ya a la ciudad, por lo que la
labor principal se centró en cortar un arbolito que estaba reclinado sobre un
naranjo y que podría causar inconvenientes al frutal. Sin embargo, los palos en
cuestión, están ubicados en un senderito que desemboca en una quebrada, por lo
que tuvimos que entran tanteando el terreno, debido al crecido follaje, tanto
que tuve que abrir algo de camino con un machete que me habían prestado, para
no pisar en falso y caer de bruces a la quebrada, eso habría sido bastante
incomodo.
El
árbol para cortar no era muy grueso de tronco, pero si estaba en una posición
algo incómoda para ser trabajado, pero por fortuna, se logró el objetivo.
Acto
seguido, todo ese follaje resultante, se los llevamos a las gallinas, hicimos
atados de ramas y los colgamos para que pudieran disfrutas de una suculenta
ensalada y hay que ver la voracidad con que dispusieron de esas hojas.
Esa mañana, después del trabajo con los animales, el paseo fue para Alí, otro perro muy simpático y peludo, al cual solo le interesaba recoger los palos que le poníamos a perseguir, fuimos al río, pero no le interesó meterse en el agua.
Almorzamos y realizamos la última faena de la tarde con las aves, ya que nuestro tiempo de partida se acercaba rápidamente. Debo decir que esta experiencia me llevó a pensar muchas cosas. Lo primero, la importancia del agro para la supervivencia de los pueblos cosa que, me atrevo a decirlo, no siempre quienes habitamos la ciudad pensamos. Lo segundo, la vida de esfuerzos y sacrificios de nuestros campesinos. Es increíble la cantidad de tareas que deben hacerse para mantener todo en funcionamiento en una finca, y son trabajos que demanda mucho, pero que mucho tiempo, casi que de sol a sol siete días a la semana.
Fue una experiencia muy enriquecedora, y que bueno sería que los gobiernos se avocaran a apoyar más el agro, para potencializarlo y generar mejores y más dignas opciones de empleo, aunque también he escuchado que ya muchos jóvenes campesinos están abandonando sus tierras en busca de un futuro diferente, dejando de lado sus tradiciones y raíces, cosa que resulta triste por el desarraigo que eso conlleva. Ojalá las cosas cambien para bien. El campo es una gran riqueza que puede ayudar a que un país sea mejor. Amemos y valoremos la labor de nuestros campesinos, por eso, cuando visitemos mercados campesinos, o si vemos que ofrecen sus productos a la orilla de las carreteras y tenemos la posibilidad de apoyar su labor, procuremos no pedir rebaja, paguemos y valoremos su esfuerzo, creo que todos en algún momento hemos escuchado acerca de las desigualdades de precios y lo que los trabajadores del campo reciben por su esfuerzo, son cosas que no tendrían por qué pasar. Cómo nadie pide rebaja cuando se va de juerga a una discoteca o a un restaurante fino.
El trabajo tiene su mérito, y el de nuestro campo si que más. Sin campo, no hay alimentos en la ciudad, que eso no se nos olvide. Un abrazo y hasta la próxima.
Hola mis admirados y queridos Doris y Martín!!
ResponderEliminarFelicitaciones por estás vivencias tan hermosas y mi Dios les pague por compartirlas!!
A ti por leerla, un abrazo enorme
EliminarFantástico identificar através del relato, la ardua labor que se gesta en el campo, celebro ese tiempo que participaron tan activamente. La creación de Dios es magnífica. Un gran abrazo.
ResponderEliminarY esta creación sería mejor si fuéramos mejores administradores, de ahí la importancia de cuidar nuestros recursos y valorar la labor de quienes los trabajan y protejen
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